La pregunta por sí misma puede ser algo chocante, así que precisamos: nos preguntamos, concretamente, qué tienen en común el polideportivo municipal de Cártama (provincia de Málaga) y la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes (Getxo, Bizkaia). En principio, no pueden ser dos edificios más dispares.
El polideportivo municipal de Cártama es el epicentro de la práctica deportiva en esta localidad del área metropolitana de Málaga, y de hecho fue el primer edificio de su actual Ciudad Deportiva. Su construcción fue financiada a cargo del controvertido Plan E – Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo –, inaugurándose a finales del año 2010. Se trata de un pabellón cubierto, con espacio para gradas, cuatro pistas de baloncesto, y una de balonmano / fútbol sala, amén de vestuarios, oficinas y otras dependencias comunes. Su construcción es funcional y sencilla, aunque destacan los grandes ventanales practicables que aportan ventilación y luz natural o las vigas de madera que sostienen la cubierta inclinada.
En cambio, la Iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes es un templo edificado entre 1940 y 1944 en el barrio de Las Arenas (Getxo), en los terrenos donde anteriormente se erigía la antigua iglesia neogótica del mismo nombre destruida durante la Guerra Civil. Se trata de un majestuoso edificio de estilo barroco, con planta de cruz latina y una única nave de grandes dimensiones, ábside semicircular decorado con pinturas murales y una gran bóveda en su crucero. Su ominoso órgano, el segundo más grande del País Vasco, perteneció al Teatro Real de Madrid hasta su donación en 1988.
Las primeras semejanzas las encontramos en que, en ambos casos, estos edificios se suelen emplear en usos distintos de los principales para los cuales fueron concebidos, fundamentalmente para celebrar conciertos y eventos musicales. Obviamente, no hablamos del mismo estilo de música – en las iglesias no se hacen verbenas –, pero el resultado en ambos casos es parecido: suenan mal. Tanto, que reciben numerosas quejas de los asistentes.
1. Identificando el problema
No existe una uniformidad de criterios objetivos para definir la calidad acústica de un recinto destinado a la interpretación musical, sino que más bien suele ser catalogado en base a apreciaciones subjetivas de músicos, críticos musicales y consultores acústicos – que no siempre se expresan en los mismos términos –. No obstante, ya hemos hablado en otras ocasiones del concepto de tiempo de reverberación, un descriptor que puede dar una idea del grado de viveza de una sala. Este parámetro es medible con el instrumental adecuado, así que hicimos ensayos en ambos recintos tratando de caracterizarlos para valorar posibles mejoras.
![]() |
![]() |
T20,polideportivo (s) = 7,37 ± 0,38 s |
T20,iglesia (s) = 7,19 ± 0,34 s |
Y los resultados que obtuvimos confirmaron las sospechas: en ambos casos, el tiempo de reverberación obtenido fue muy elevado – de hecho, son los valores más altos que hayamos medido nunca –, muy por encima de los estándares recomendados. Y, casualmente, muy similares entre sí.
Estos valores son lógicos, ya que ambos son recintos con grandes volúmenes interiores y acabados eminentemente reflectantes del sonido – piedra, hormigón, cristal…–. No es que el tiempo de reverberación objetivo deba ser el mismo en un polideportivo y una iglesia – cada tipo de música se asocia a un valor óptimo y, de hecho, la música sacra se adapta a la alta reverberación que suele haber en iglesias y catedrales –. El hecho es que ambos recintos necesitarán mejorar su acondicionamiento acústico, disponiendo estratégicamente una gran superficie de material absorbente. Ojalá podamos ver la solución… si es que se llega a ejecutar.
Una nueva demostración de que una experiencia sonora deficiente puede arruinar la percepción subjetiva del diseño arquitectónico de un recinto, por muy bonito o funcional que éste sea. Y la rehabilitación no siempre será sencilla… ni barata.
Comentarios